Ing. Agr. Álvaro Rojas E.
Tomado de la Revista
Agroindustria v25 (176) p 31-38. Feb. 1997.
LA AGRICULTURA
La agricultura, el añejo y
noble arte de cultivar la tierra, ha sido la actividad creadora a través de
las edades más importantes de Costa Rica y, es la que le ha impreso auténtica
fisonomía a nuestra nacionalidad, manifestada en su modo de ser, en el tipo
de sus instituciones y en las actitudes espirituales de su pueblo.
El conocimiento del proceso del
desarrollo de nuestras actividades agropecuarias sumamente lento por largo
tiempo, nos proporciona elementos de juicio suficientes para comprender la
constitución de una estructura agraria en la época colonial, que fue básica
para establecer una concepción de vida democrática, igualitaria y pacífica y
para entender posteriormente los problemas que surgieron al correr de los
años que han interferido en la aspiración nacional de que todos los
habitantes disfruten de un mayor bienestar.
Conceptos que nos mueve a
intentar hacer una síntesis de la evolución de la agricultura costarricense,
bajo los siguientes títulos: Época Precolombina, Época Colonial, Época
Colonial, Época Republicana y Época Contemporánea.
ÉPOCA PRECOLOMBINA
A la llegada de los españoles,
nuestro país estaba habitado por unos 27.200 aborígenes pertenecientes a las
razas de los chorotegas, huetares y bruncas. Recientes investigaciones aseguran que la
población alcanzaba los 400.000 habitantes y que existían otros grupos
étnicos, a más de los antes citados.
Ellos cultivaban
fundamentalmente maíz, frijoles, yuca, batata, cacao, tabaco, algodón, pita y
plantas frutales y medicinales. Practicaban también la cacería y la pesca. Se
podría afirmar que con estos productos llenaban sus necesidades vitales.
Los aborígenes nuestros no
alcanzaron el grado de civilización de los aztecas, mayas o incas, pero
dominaban satisfactoriamente determinadas prácticas agrícolas. Posiblemente
aprovecharon las innovaciones agrícolas que le llegaban del Norte y del Sur.
Nuestros antepasados
constituían una organización tribal bajo la forma de sociedades cacicales. En
cuanto a la propiedad de la tierra, algunos han creído ver en la pertenencia
del cacique una manifestación de propiedad individual, pero ello no es
suficiente para afirmar la existencia de la propiedad individual, pero ello
no es suficiente para afirmar la existencia de la propiedad privada dentro
del concepto en que ésta se viene aceptando o sea que se puede poseer,
disfrutar y disponer.
Joseph A. Tosi
Jr. del Centro Científico Tropical, indicaba que resulta improbable que en
cualquier año pre-colonial, hubiese más de uno o dos por ciento de la tierra
deforestada. Aún en el caso que la población fuese ligeramente superior a los
50.000 habitantes, ya que la gente aborigen vivía en armonía con la
naturaleza, tomando de ella solamente lo que pudiera rendir anualmente, sin
reducir su productividad originaria. Del bosque y de sus ríos obtuvo la
carne, el pescado, las nueces, raíces, medicamentos y materiales necesarios
para su alimentación, vestido y vivienda. Del bosque además, por medio de una
larga rotación con un período de cultivo breve, recibió graciosamente el
abono natural, mejorando la estructura del suelo, y un auto-control de la
erosión, plagas, pestes y malas hierbas. Si la población hubiese sido de
400.000 nativos, igual a la población de los años primeros del siglo veinte,
parece difícil que esa agricultura permanente se hubiese sostenido y que la
tierra ocupada para fines agrícolas no fuese mayor del 2% del territorio
nacional.
En todo caso el número de
aborígenes se fue reduciendo por la presencia de nuevas enfermedades, luchas
intestinas, ataques de piratas, etc.
Este hecho aunado al régimen de
la explotación de la tierra que era comunal, entendido este término más en el
sentido comunitario, en que las asignaciones de las parcelas de cultivo así
como de los productos a cultivar, eran establecidos por una autoridad
central.
En nuestro concepto la débil
infraestructura demográfica aquí apuntada, como luego vamos a ver, resultó un
hecho favorable para establecer un régimen de la propiedad de la tierra
satisfactorio, que propició una sociedad más justa.
Es interesante citar aquí, que
no fue sino hasta principios del siglo diecinueve que Costa Rica alcanzó la
población de 50.000 almas.
ÉPOCA COLONIAL
Los monarcas de España,
conocidos como los Reyes Católicos, eran de nacimiento rural, criados y
educados en poblaciones de estirpe campesina. De ellos se dice que tenían una
capacitación agropecuaria, no contada, sino vivida.
Esto explica su preocupación
por las clases agrícolas más humildes de su patria y por llevar al Nuevo
Mundo los adelantos de la agricultura española.
En los tiempos de los Reyes
Católicos España contaba con un agricultura
satisfactoria, enriquecida por los conocimientos heredados de los romanos,
árabes y de los pueblos de la Europa Central, especialmente de Italia.
Las obras de los agrónomos, Columena uno de los clásicos antiguos, de Abú Zacaría Hahía,
cuyo libro es de un gran nivel técnico, que resulta que en algunos aspectos
supera a los conocimientos actuales y la de Gabriel Alonso de Herrera
confirman lo expuesto en el párrafo anterior. Sobre este último se ha de
agregar que estudió en la Universidad de Alcalá de Henares y en el Colegio de
San Cecilio de Granada, realizó sus estudios eclesiásticos y agronómicos,
pues en esos tiempos era corriente que la preparación de ambas carreras se
hiciera conjuntamente.
Fue tan notable la acción de
estos agrónomos, que se dice de ellos, que constituyen el triunfo de la
agricultura española.
Con buenas prácticas en el
manejo de los suelos y excelentes sistemas de riego, los españoles fomentaban
los cultivos de trigo, la cebada, la avena, las espeltas, la vid, el olivo,
las legumbres, las plantas tintóreas, el lino, el azafrán, la caña de azúcar,
la caña de escribir, el arroz, el algodón y árboles frutales. Y explotaban
una ganadería extensiva con especies vacunas, caballar, lanar, cabría,
cerdosas y aviar. Se insistía en que la repercusión de la ganadería en la
explotación agrícola era de tal naturaleza que no podría hablarse de
agricultura si se apartan los conceptos referentes a la explotación pecuaria.
Los españoles con su
experiencia agrícola, con la publicación de obras, fundamentalmente la de
Herrera, con la utilización de la imprenta como medio de divulgación, con la
creación de huertas y fincas en los monasterios, con el establecimiento de
Granjas, tipo "La Esperanza" sobre experimentación agrícola e
iniciación de los estudios sobre la Historia Natural de América, España se
lanzó a la colonización de este nuevo continente.
Al llegar los europeo a
América, se dieron inmediatamente cuenta de las grandes posibilidades
agronómicos de las plantas nativas y de la gran contribución que podrían dar
a ambos mundos en el mejoramiento de su economía y en la mitigación del
hambre que caracterizó a los períodos de las Edades Antigua y Media.
Los españoles se aprovecharon
también de los conocimientos de eminentes hombres de ciencia aborigen como el
Ing. Agr. Inca Urión que hizo posible la siembra de
papas en el Cuzco y del médico azteca Martín de la Cruz que en 1552 publicó
el famoso manuscrito Badiano contentivo de las
descripciones de la farmacopea azteca, que se tiene entre los primeros
difundidores de las propiedades y usos de las plantas de América.
Los españoles en Costa Rica
introdujeron las plantas de la península ibérica, el uso de la rueda, de
medios de transporte halados por animales de tiro y propiciaron la
continuación de la siembra de las plantas nativas, fundamentalmente del maíz.
A partir de 1561 los colonos ya
contaban con ganado vacuno, caballar, cerdoso, aviar, así como semillas para
el cultivo del trigo, cebada, avena, papas, forrajes, frijoles, frutales y
plátanos.
La agricultura tiene en esta
época una mayor significación que en la época precolombina y de la conquista.
Lo cierto que no hubo un desarrollo mayor porque éste fue frenado por causas
de distinta índole, como fueron la no existencia de explotaciones mineras, ni
vías de comunicación que facilitaran la movilización de las gentes hacia los
distintos lugares del país o hacia el exterior, la existencia de una política
huérfana de incentivos y más bien negativa por parte de la Metrópoli de las autoridades
de la Capitanía General de Guatemala que ejercían jurisdicción sobre el
territorio provincial, así como la invasión frecuente de zambos y mosquitos y
de piratas ingleses, que se convertían en verdaderos saqueos a nuestra
precaria producción agrícola. Esta, se reducía fundamentalmente, como ya los
estudiosos lo han venido afirmando, a sembrar por medio de las unidades de
extensión familiar ubicadas en la Meseta Central, llamadas Haciendas, los
productos básicos para la dieta popular, entre ellos el maíz, los frijoles,
la caña de azúcar, la yuca, las papas, las legumbres y las frutas. El trigo y
otros cereales en determinadas zonas. Existía también la explotación de
ganado vacuno, caballar, mular, cerdoso y aviar, así como la
industrialización incipiente de determinados productos y la exportación
insignificante de unos pocos.
Especial referencia habrá de
hacerse sobre el cultivo del cacao, que si bien era conocido por los
aborígenes desde tiempos inmemoriales, no fue sino hasta medianos del siglo
XVII que se iniciaron las siembras comerciales en el valle de Matina. Treinta y dos años después, en 1682, las plantas
de cacao, en las que los militantes y civiles habían puesto sus grandes
esperanzas de enriquecimiento, haciendo uso gratuito de la mano de obra
aborigen, contaba con 78.500 árboles y en 1787 con 353.254. este producto se exportaba a Nicaragua, Colombia a las
Antillas y a España. Sin embargo, luego de tener en excelente desarrollo que
auguraba un acelerado progreso de la zona Atlántica, empezó a languidecer y
ya por el año de 1803 estaba completamente abandonado, como lo atestigua el
gobernador Vásquez de Telles en sus informes
oficiales.
El cacao, que a través de los
años ha tenido un desarrollo inestable principalmente por las grandes oscilaciones
en sus precios, al final de cuentas no le trajo grandes beneficios al país,
más bien frecuentes perjuicios, hasta el punto de arruinar a muchos
principales vecinos que tenían su residencia en la ciudad de Cartago.
Se ha de agregar que ante el
monopolio que se le otorga a Costa Rica en su jurisdicción centroamericana
para sembrar tabaco, se abrió la oportunidad de fortalecer las actividades de
exportación. Se atribuye a la mala calidad del tabaco producido, que esta
actividad agrícola no se hubiese convertido en una estable y creciente fuente
de riqueza.
En relación con la llegada de
los españoles a nuestro país resulta procedente y oportuno exponer lo que
sigue: con el descubrimiento de Costa Rica, un día 18 de setiembre de 1502
por el genial navegante Cristóbal Colón, se inició nuestra época colonial,
que comprende el período de la conquista 1502-1580 y el propiamente colonial
de 1580 a 1821.
En virtud de este
descubrimiento y luego por la conquista misma, las tierras nacionales fueron
consideradas jurídicamente, como regalías de la corona de España.
Sobre el particular salta la
pregunta siguiente: ¿En que fundamentó este país su
dominio, cuáles fueron las fuentes de derecho en que se basó para hacer suyas
las tierras descubiertas?
La respuesta, como todos lo
saben, es la promulgación de las Bulas Alejandrinas, las llamadas Inter Caetera Primera, Inter Caetera
Segunda y la Hodis Siquidem,
todas ellas emitidas por Alejandro VI – el Papa Borgia
– en 1493, que con su autoridad moral aseguraba la propiedad hispánica en
América: el Tratado de Tordesillas mediante el cual se ratifican las Bulas
Pontificias y se determinaban los derechos de España y Portugal en cuanto a
las tierras descubiertas y por descubrir, el derecho público imperante, que
le daba a España el dominio sobre todo lo descubierto, aunque no fuese
conquistado y finalmente por la Usucapión, cuyas características se hicieron
evidentes al ocupar España los territorios americanos.
Para la gente pragmática, la
propiedad de la Madre Patria en América fue, la razón incontrastable de la
conquista. Sin embargo, para otros fue necesario fundar las posibilidades del
soberano español para repartir el territorio conquistado a los individuos a
quienes lo entregó, estableciendo jurídica y diáfanamente tal posibilidad.
Terminado el proceso del
descubrimiento y de la conquista en 1580, y entrando propiamente a la época
de la colonia, se encuentra que España nos trajo una serie de instituciones
creadoras de la propiedad territorial. Entre los títulos originarios para
adquirir el dominio privado se han de citar las capitulaciones y los
repartimientos, las reales cédulas y las provisiones, antes de las ordenanzas
de 1573; luego la recopilación de la Ley de Indias de 1680, ordenamiento
general que recoge las disposiciones anteriores y las completas y en las que
se establecen doctrinas novedosas no sólo para la época sino para el presente
momento. Estudiosos agraristas sostienen que dicha legislación se caracteriza
por un gran afán paternalista, imbuido de un profundo sentido de justifica
social. Aparecen en dicho cuerpo legal los títulos de la merced real, la
composición, los reales amparos, la confirmación y la encomienda.
Sobre esta última se habrá de
poner un acento mayor, ya que la encomienda en el fondo no fue una
institución creadora de la propiedad y, únicamente al degenerar, al ser
desvirtuada, llegó a serlo. Se estableció con la finalidad de llevar la fe
cristiana a los indios, de promover la propagación de la religión católica
entre ellos, allá por el año de 1509. Desafortunadamente, con el paso de los
años, esta institución se convirtió en un símbolo e instrumento de la
esclavitud, ya que permitió que los gentiles perdieran sus tierras a favor
del encomendero y que éste lograse por medio de este despojo, la vida misma
de los indígenas – hasta por varias generaciones – derechos que más tarde
llegó a ratificar por medio de la confirmación.
Es notorio que durante los
doscientos años de existencia de la encomienda, suprimida definitivamente
entre los años 1718 y 1721, se constituyó en un magnífico vehículo para
estimular la concentración de la propiedad, levantar grandes fortunas
expoliando el trabajo de los aborígenes y dando origen a la arrogante
aristocracia criolla, de muchos países latinoamericanos.
Hay quienes sostienen que la
encomienda nunca fue para los encomendaros un título de propiedad sobre las
tierras de los indios tributarios.
En esta oportunidad no vamos a
revivir la discusión histórica y doctrinaria sobre este asunto, que para unos
constituye un capítulo de la leyenda negra de España en América y que valió
para que un conquistador llegará a ser santo, hiciera en defensa de los
aborígenes una campaña de tal transcendencia, que llenó de prestigio y honra
a la humanidad entera. Claro que la referencia es para el padre Bartolomé de
las Casas.
Interesa aquí afirmar que la
institución de la encomienda no tuvo en Costa Rica la significación
manifestada en otros países del Continente. En Costa Rica hubo repartimiento
de indios a quienes se le aplicará las normas
establecidas por la encomienda. Más está como fuente de ingresos para los
españoles les duró poco. Con una población indígena escasa, el aislamiento en
que se vivía, la pobreza del país y la presencia de otras condiciones
adversas, no facilitaron que dicha institución alentará
la fundación de grandes plantaciones, de enormes haciendas y con ellas la
concentración de la propiedad. Más el indio en Costa Rica con una frontera
agrícola libre, fue empujado a la explotación individual o a formar parte
integral de la familia española, que para fortuna de la nueva nacionalidad
era de calificada calidad humana.
La institución de la encomienda
en otros países americanos, insistimos. engendró el
latifundio, que denominaban "Pueblos de Indios" en donde el
desarrollo agrícola se produjo en virtud del trabajo gratuito de los esclavos
negros y de los indios en servidumbre. Pueda que en ellos se encuentren las
bases de un desarrollo agrícola, que desde un punto de vista económico fue
satisfactorio y que dio origen a una élite campesina que más tarde forjara la
nacionalidad de un determinado país, pero en nuestro concepto todo ello se
fundamentó en el dolor y miseria de todo un pueblo, que quinientos años
después, sus descendientes siguen en su gran mayoría, sintiendo hasta los
huesos la angustia del hambre y de la pobreza.
En Costa Rica la situación fue
diferente. Una población reducida no facilitó la formación de latifundios, ni
la superposición de las culturas indígenas e hispánica
provocó el pronunciado fenómeno de la marginalidad, de tal fuerza, que
causará la división inflexible entre los distintos grupos que constituían la
comunidad costarricense. Comunidad, que es cierto, que al expirar el período
colonial presentaba un estado de pobreza, de estancamiento económico y social
y desarrollando una agricultura de subsistencia con la característica
notable, eso sí, de una inconfundible adhesión de los agricultores por
cultivar su propia tierra.
Precisamente el profesor Carlos
Monje Alfaro atribuye a esa característica el nacimiento de nuestra
democracia rural, entendida ésta como el ambiente espiritual, a la
consideración humana que floreció en nuestro país en los últimos cien años de
su vida colonial. Esta comunidad de labriegos, donde los títulos mobiliarios
eran desconocidos, fue el mejor fundamento para alcanzar años después la
democracia política.
Dentro de este clima de
igualdad y bajo el criterio de cada uno en su casa y Dios en la de todos,
transcurrió la vida de los costarricenses desde los últimos días de la
colonia hasta por ahí del año de 1840, época en la que la República inició un
cambio violento en su economía y en su quehacer histórico.
ÉPOCA REPUBLICANA
Se entra así a la época
republicana con una población que llegaba a los cincuenta y cinco mil
habitantes, caracterizada por su vida frugal, su gran espíritu de lucha y por
la serena fe en los destinos del país.
A mediados del siglo XVIII los
costarricenses se lanzaron a la conquista de las tierras del OESTE de la
Meseta Central, que al ser habilitadas y cultivadas establecieron una nueva
era social en la historia de la República. No hay duda que este movimiento
hacia los lugares que hoy conocemos como Curridabat,
Aserrí, San José, Heredia, Santa Ana, Barba,
Alajuela, dio origen a la expansión de la propiedad bajo el régimen de la
explotación familiar. En el siglo XIX se amplió a otros lugares al Oeste del
Río Grande de San Ramón dando origen entre otros lugares a la comunidad de
Atenas.
Había nacido el genuino
representante de nuestra nacionalidad; el campesino, nuestro inconfundible
labrador. Los primeros años de la época republicana fueron una prolongación,
en cuanto al desarrollo agrícola, de la época colonial. El Estado promueve el
aprovechamiento de los terrenos baldíos, se empeña por dotar al país de
mejores vías de comunicación, crea mejores instituciones administrativas y
entre los nuevos cultivos le da gran importancia al del café.
Este producto introducido a
principios del siglo diecinueve, sin que sus propulsores lo llegasen a
sospechar, ha sido considerado como el cultivo más íntimamente relacionado al
proceso histórico, económico y social de la Nación.
Su establecimiento inicialmente
consolidó el régimen de la pequeña propiedad. Con las exportaciones del
grano, primero a Chile en 1832 y posteriormente a Inglaterra en 1845 se dio
un gran estímulo a la expansión del cultivo y a su procesamiento industrial.
El fomento de la actividad
cafetalera provocó una división en el trabajo social, el Estado contó con
mayores recursos que destino para darle contenido económico a su obra de
Gobierno y propició el surgimiento en la vida nacional de la llamada
oligarquía cafetalera, que tanta participación habría de tener en el futuro,
en la vida nacional.
Ante la preponderancia del
café, los cultivos tradicionales como maíz, trigo, arroz, caña de azúcar,
tabaco, legumbres, zarzaparrilla, vainilla y otros, languidecen y algunos
casi desaparecen. Surgen profusamente los cafetalitos, se entroniza el
monocultivo y el Gobierno labora en función de esta actividad, procurando el
mejoramiento de las vías hacia los puertos, garantizando el transporte
marítimo, incentivando la inversión de capital - fundamentalmente de origen
inglés - auspiciando así la formación en la sociedad costarricense de grandes
fortunas.
Ya en 1854 la exportación de
café en oro alcanzaba un volumen de 3.252.614 kilos, en 1933 27.777.939 y en
1974 90.141.446 kilos. En los últimos años la producción ha superado la cifra
de los tres millones de fanegas. El porcentaje de café exportado en relación con
el total de los productos exportados siempre ha sido considerable, sobre todo
en los primeros cincuenta años del siglo XX, que llegó a ser del 74.67%. En
1991 ese porcentaje fue del 20%. De ahí que una mala producción, o la caída
de los precios como ocurrió hace unos años en que los precios no pagaban ni
el 80% de los costos de producción, repercute
negativamente en la economía nacional.
Precisamente en estos fenómenos
se fundamenta la pérdida por parte de pequeños agricultores de sus parcelas,
que concentran en pocas manos la tierra, dando origen o fortaleciendo el
régimen del latifundismo. Sistema que se vio incrementado ante la
prodigalidad con que el Estado se deshacía de los baldíos nacionales, para
llenar sus necesidades fiscales y las de las municipalidades, para premiar a
los buscadores de caminos, para reconocer importantes servicios prestados a
la nación, y por llevar también en muchos casos políticas de complacencias.
La realidad es, que por
distintas causas, no hubo una adecuada administración de las tierras
nacionales, que era básica para impulsar el desarrollo armónico y eficiente
del país.
De conformidad con el Centro
Agropecuario Nacional de 1973 existían en el país 30.642 fincas dedicadas al
cultivo del café, la mayoría de ellas con una extensión menor de 15
hectáreas, que es un hecho en el concepto de Instituto del Café de Costa Rica
que favorece un justo régimen sobre la tenencia y distribución de la tierra.
Recientes estudios aseguran de la existencia de 47.587 fincas y si se trata
de entregadores de café esa cifra casi se duplica.
Queda claro entonces, del papel
preponderante que el café ha tenido en el desarrollo agrícola, económico,
social y político del país. Importancia que empezaría a compartir ya en el
año de 1878 con el banano, cuando la primera exportación de ese artículo se
hizo a Nueva Orleans.
Las actividades bananeras
surgieron vinculadas al esfuerzo por dotar al país de buenas líneas férreas,
ante la urgencia de establecer un transporte adecuado entre la Meseta
Central, el gran asiento del cultivo del café, y la zona Atlántida.
Construido el ferrocarril, se le dio fuerte impulso a las siembras del banano
y éstas produjeron suficiente carga como para garantizar la normal operación
de aquellos. Ante las perspectivas de esta actividad la empresa de John M.
Keith y la Boston Fruit Co.; se unieron y fundaron
en Costa Rica un 30 de mayo de 1899 la United Fruti Co. con capital autorizado de $20.000.000, dueña de
112 millas de ferrocarriles, 212.394 acres de tierras de los cuales aproximadamente
61.000 estaban en producción. El desarrollo que experimentó esa Compañía fue.
notable; de 1900 a 1910, controlaba el 77% del
comercio bananero; de 1910 a 1930 el 60% y su capital se había aumentado a
$215.000.000.
Este es el origen de esta empresa,
de capital norteamericano, cuya participación en el desarrollo económico del
país ha sido incuestionable. El cultivo del banano, por medio de la
plantación, la gran finca de explotación centralizada, para muchos logró
domeñar la selva, creó riqueza, fundó nuevas poblaciones, llevó a zonas
vírgenes los adelantos de la tecnología y de la civilización. Para otros, ha
destruido grandes extensiones de nuestros bosques que son las cosechas de los
siglos sin provecho alguno, ha agotado fértiles suelos, llevó a la ruina a
productores nacionales, aplastó a sus competidores y levantó cuantiosas
ganancias a costa del nivel de vida del jornalero costarricense. Todo en un
afán de acumular riquezas y distribuir dividendos como si fuera realmente
"la más reciente encarnación capitalista del feudalismo" Operó con
base en los llamados contratos sucesivos en que la Compañía aportó el capital
y la Administración y el Estado la materia prima, el suelo productor, el
elemento laboral y, además exenciones por millones de colones. La Compañía
llegó a ser propietaria de 204.000 hectáreas de las que tenía cultivadas de
banano y otros productos unas 27.000.
En el pasado la producción
bananera se comportó como una industria fugitiva, ante la presencia de
enfermedades o por intereses comerciales. ya que de
la zona Atlántida se trasladó a la zona del Pacifico y de ésta a otros
países, como ocurrió a mediados de los años cincuenta, en que abandonó la
zona de Quepos para instalarse en el Ecuador.
Cuando se producen estos hechos, en las regiones abandonadas solo miseria,
desolación y pueblos fantasmas quedaban.
Más de un siglo después de
haberse realizado la primera explotación de esta fruta, la actividad bananera
constituye un pilar de la economía nacional, estando a punto de colocar - si
no se lo impiden las barreras comerciales anunciadas por la Comunidad
Económica Europea -100.000.000 de cajas de 18.14 K. cada una. Producción de
la que son responsables distintas compañías internacionales así como
bananeros independientes, cada día mejor organizados y más dispuestos a
asumir las funciones de transportes, comercialización e industrialización del
banano nacional.
El Estado en esta nueva era del
desarrollo bananero ha brindado una inestimable ayuda por medio de un crédito
amplio, apoyo a la creación de organismos nacionales e internacionales para
la defensa de sus intereses. y de la prestación de
servicios agrícolas.
Producto de ese empeño son la
Corporación Bananera Nacional y la Unión de Países Exportadores de Banano.
A más del fomento de los
cultivos del café y del banano, otro hecho notable ha sido el crecimiento de
la ganadería, que con la introducción de razas especializadas, especies
forrajeras mejoradas, crédito amplio. asistencia
técnica y leyes proteccionistas, ha llegado a ocupar por años un tercer lugar
en nuestras exportaciones y hasta constituirse en el primer componente del
ingreso agrícola.
A este producto y durante esta
época habrá que unir el cacao y la caña de azúcar.
El café incuestionablemente fue
un factor revolucionario, dinámico. que aceleró el desarrollo económico y
social del país; el banano impulsó la habilitación de los litorales,
empujando a la gente fuera de la Meseta Central y la ganadería vino a
imprimirle gran estabilidad a las labores del campo.
Durante esta época el
desarrollo institucional fue lento. A partir de 1870 se estableció que los
Secretarios de Estado de Fomento lo serían también de Agricultura. La
realidad fue que nunca contaron con los recursos y órganos requeridos para
atender los asuntos agrícolas.
LA ENSEÑANZA AGRICOLA
En el campo de la enseñanza
agrícola se podría afirmar que las iniciativas más importantes fueron:
a. La promulgación de la ley
No.58 de 2 de setiembre de 1885, reglamentada por el Decreto Ejecutivo No. 62
del .seis de setiembre del mismo año, mediante la cual se establece una
Escuela Agricultura donde se dará la enseñanza para las carreras que exige el
desarrollo de la industria agrícola del país. Dotado de un campo experimental
y de una Hacienda modelo. Inicialmente formará peritos y capataces agrícolas.
Los estudios superiores para formar Ingenieros Agrónomos se establecerán
cuando el Instituto haya alcanzado el desarrollo necesario.
El Lic. Mauro Fernández Acuña,
impulsador de esta idea, aunque no logró materializarla. dejó
claro, que es indeclinable deber del Estado fomentar el estudio de las
disciplinas agronómicas.
Se ha de citar que el
antecedente inmediato de esta institución fue la fundación de la Escuela
Nacional de Agricultura, Artes Mecánicas y Oficios, según Decreto III de 14
de mayo de 1883.
2. El notable informe de fecha
15 de abril de 1887 del Lic. don Pedro Pérez Zeledón
sobre su viaje a los Estados Unidos de América y varios países de Europa,
entre ellos Francia. Bélgica, Suiza. Alemania e Inglaterra. acerca de la experiencia alcanzada en el campo de la
Educación Común y Escuelas de Agricultura, Artes y Oficios. Viaje, que se
originó en la nota de fecha 31 de mayo de 1886 que le dirigiera el Secretario
de Instrucción Pública don Mauro Fernández A. bajo los siguientes términos:
"El Presidente de la República Lic. don
Bernardo Soto A., con la mira de dotar al país de una Escuela Nacional de
Agricultura, y otra de Artes y Oficios, a la altura a que han llegado los
establecimientos de igual naturaleza en las naciones más civilizadas de
Europa y los Estados Unidos del Norte y deseando al propio tiempo obtener
datos acertados acerca de la enseñanza en general y otros ramos de la
Administración Pública en aquellos países; acuerda: Comisionar al
Subsecretario de Instrucción Pública Lic. don Pedro Pérez Zeledón para que
por cuenta del Tesoro Nacional se traslade a los Estados Unidos con el fin de
estudiar y comprar todo lo relativo al establecimiento de las mejores
Escuelas de Agricultura, de Artes y Oficios, debiendo a la vez fijar su
atención y tomar las notas que estime convenientes sobre los diversos
sistemas adoptados en aquellos países para la enseñanza en general, y sobre
otros puntos de la Administración Pública, conforme a las instrucciones que
se le darán por esta Secretaría".
Según el criterio del Ing. Agr.
Alberto Sáenz Maroto este notable estudio del Lic. Pérez Zeledón, se divide
en exactas relaciones sobre Enseñanza en General, Enseñanza Agrícola,
Enseñanza Técnica y Educación Profesional de la Mujer, Economía Doméstica,
Educación para el Hogar, Clubes 4 S, Extensión Agrícola, Educación
Vocacional, de lo que tanto actualmente se discute.
En el aspecto agrícola, el
informe resulta de gran valor, pues se afirma que todos los intentos por
implantar la educación agrícola en la escuela primaria, secundaria y
vocacional, se han inspirado en mucho en las observaciones y recomendaciones contenidos en el excepcional informe del Lic. Pedro Pérez
Zeledón.
3. En 1890 se produce un nuevo
intento de crear una Escuela de Agricultura, esta vez mediante el Decreto
Ejecutivo No. 111 del 11 de enero y con fundamento en la ley de 1885 antes
citada. Centro docente que expedirá el Diploma de Perito Agrícola y
Certificado de Idoneidad para capataces.
Se designó al Ing. de
nacionalidad suiza Arturo Dedie como su Director y
como profesores al Ing. Agr. Enrique Jiménez N., al Dr. Gustavo Michaud y al botánico Henry Pitier.
Lamentablemente por acuerdo del 18 de setiembre del indicado año y aduciendo
falta de material científico, de enseres prácticos y fundamentalmente por no
contar con el presupuesto requerido para su funcionamiento por la suma de Ë
159.000, se suspendió la susodicha Escuela, hasta tanto no pueda el Gobierno,
con más holgura, reorganizarla convenientemente.
4.En
1914 el Lic. Luis Cruz funda una Escuela de Agricultura para formar peritos
agrícolas en el cantón de Curridabat. La
administración del Lic. Alfredo González F. Con fundamento en la ley No. 49
del 31 de julio de 1914 establece 14 becas, dos por provincia, por un monto
de Ë 40.00 mensuales para estudiantes escogidos por las Municipalidades de
los cantones centrales. La institución así auxiliada por el Estado, estuvo
bajo la suprema vigilancia de la Subsecretaría de Instrucción Pública, a cuyo
prudente juicio se dejó el mantenimiento o suspensión de la dotación de las
becas creadas. La conducción de esta Escuela la compartía el Lic. Cruz con el
Prof. Gustavo Michaud. Por acuerdo con don Luis, en
julio de 1918 asumió la Dirección de este Centro Docente el Ing. Agr.
Santiago Güel G. Más pocos meses después, al caer
en agosto de 1919 el Gobierno del Presidente General don Federico Ticono G. – por falta de medios económicos – fue
clausurada la Escuela de Agricultura. Y,
5. En la Segunda Administración
del Lic. Ricardo Jiménez O. gran propulsor de la modernización de la
agricultora nacional, se creó la Escuela Nacional de Agricultura por
iniciativa del Ing. Agr. Bernardo Iglesias R. y con el decidido apoyo del
Ministro de Fomento y Agricultura don Carlos Volio
Tinoco.
Su ley creativa No. 43 del 16
de diciembre de 1926 en lo que interesa dice: "Será una Dependencia de
la Secretaría de Fomento en la que se impartirá una enseñanza teórica y
práctica, no sólo de la agricultura propiamente dicha, sino de las otras
ciencias que con ella tengan relación, procurando hasta donde sea posible,
que tal enseñanza se adapte a las necesidades del país. Para la conveniente
instalación de la referida escuela así como para su funcionamiento durante el
primer año, se destina del Tesoro Público la suma de Ë 100.000.00. El
reglamento de esta ley lleva la fecha 17 de febrero de 1927 y en él se señala
que la instrucción regular que ofrece la Escuela consiste en un curso de tres
años divididos en seis términos de cuatro meses y medio cada uno.
El plan de estudios original
fue arreglado de tal manera, que facilitaba al estudiante la especialización
de varias de las más importantes de las ramas de la Ciencias Agrícolas,
preparándolos para actividades de carácter profesional o técnico, además de
la instrucción técnica y práctica, sobre tópicos especialmente agrícolas
acondicionará para aplicar con éxito los principios científicos de la
agricultura moderna. Con este fin ha sido clasificadas las asignaturas que
constituyen el curso en dos grupos: obligatoria y electivas.
Bajo la dirección capaz del
Ing. Bernando Iglesias R., en 1931 se gradúan los
primeros ingenieros agrónomos. Ellos fueron Ricardo Mangel
N., Carlos Chavarría A., Roberto Sáenz E., Guillermo Nanne
M., Carlos E. Aflora F., Fabio Baudrit M., Luis Hoggs T., Neftalí Gamboa G. y Jorge Solís Carranza y, en
el último mes del citado año obtuvieron sus correspondientes títulos. los jóvenes Alfredo Hernández Volio,
José I. Zúñiga Hazera y Hernán Calvo Román.
Sin lugar a dudas la creación
de la Escuela Nacional de Agricultura constituyó uno de los más conspicuos y
acertados esfuerzos de la acción oficial por preparar el personal profesional
y técnico que se consideraba indispensable para el mejor desenvolvimiento y
mayor eficacia de los programas agrícolas nacionales.
Dotar al país de los recursos
técnicos, resultó básico para que el Estado concibiera y pusiera en práctica
sus políticas agrícolas y la empresa privada contará con el elemento
orientador que asegurase el mejor resultado de sus actividades.
La Escuela tuvo sus puertas
abiertas hasta el año de 1940. Año en que se restauró la Universidad de
Costa. Rica por ley N0 362 de 26 de agosto y la Escuela se
convirtió en la Facultad de Agronomía, cuyo primer Decano fue el Ing. Agr.
Alfredo Volio Mata y el Vicedecano o Subdirector el
Ing. Fabio Baudrit M.
REFERENCIA HISTORICA
Desde la época de los antiguos
agrónomos se ha promovido la enseñanza agrícola. En la edad media los hombres
de los conventos recibían simultáneamente enseñanzas en las disciplinas
eclesiásticas y agrícolas. En el siglo diecinueve con la creación en
Inglaterra, Alemania, Francia, Dinamarca, Bélgica y otros países europeos de
escuelas de alto valor científico, de las Escuelas Politécnicas de Ciencias Físicas.
Químicas y Naturales orientadas hacia la producción, le dieron un gran empuje
a la agricultura.
Es obligado citar aquí, al gran
precursor de la enseñanza agrícola en Francia. Methieu
de Dombasle (1777-1843) y a sus discípulos Bella y Rieffel. El primero fundador de la gran Escuela Agrícola
de Grignom y el segundo de la no menos prestigiosa
Escuela de Grand Jouan Rennes. También se han de
mencionar el Instituto Agrícola del Estado de Gembloux
en Bélgica y la Facultad de Agronomía de Hoheimhem
de Sttugart -Alemania- donde estudiaron varios
costarricenses que luego sirvieron con devoción y eficiencia a la agricultura
nacional.
Es interesante reiterar que el
primer intento en Costa Rica por establecer una Escuela Superior de
Agricultura fue en 1883 y siguiendo la evolución de la enseñanza agrícola en
América Latina, nos encontramos que la Escuela de Agricultura de Chapingo en
México se fundó en 1854; la Facultad de Agronomía de la Plata en 1882 en
Argentina; la de Bahía en 1877 y la de Pelotas en 1883 en Brasil y la de la
Universidad de Chile en 1875.
Y en el siglo veinte, antes de
que se creará nuestra Escuela Nacional de Agricultura, se establecieron en
Cuba en 1902 la Escuela de Agronomía de la Universidad de la Habana; en Perú,
La Escuela Nacional de Agricultura de La Molina en 1902; en Uruguay en 1906
la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República; en Colombia en
1911 la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Medellín; en
Haití Ecole Centrale d’ Agriculture de la Universidad de Haití en 1924.
Para concluir con estos apuntes
sobre la enseñanza agrícola, también se ha de afirmar que antes de la
creación de la Escuela Nacional de Agricultura, no se hizo nada mejor para
promover el desarrollo de nuestra agricultura.
PROGRESO INSTITUCIONAL
En el campo institucional, en
lo que hemos venido llamando época republicana, se han de citar los logros
siguientes:
1) La ley N0 28 de
14 de julio de 1900, mediante la cual se crea la Granja Nacional de
Agricultura, que tenía por objeto:
a) El estudio y cultivo en
pequeña escala con la aplicación de métodos y procedimientos modernos, de los
principales cultivos del país;
b) El ensayo y aclimatación de
todos aquellos cultivos de porvenir en la República no explotados aún formalmente o desconocidos hasta ahora;
c) Formación de almacigales y venta a los agricultores del país, a precio
de costo, de semillas y renuevos para la propagación de los cultivos;
d) El ensayo y preparación de
los abonos económicos;
e) El estudio de las
enfermedades de las plantas y en particular del cafeto;
f) El análisis de las tierras y
de todas las condiciones climatológicas del país;
g) El empleo de máquinas,
herramientas y útiles de labranza perfeccionados;
|